Hace poco me pasó eso mismo en el Waterstones de Piccadilly. Entré para refugiarme de la lluvia (como excusa no está mal), subí a la planta de ci-fi porque en la baja había mucha gente (otro motivo perfectamente válido) y allí vi una oferta del tipo "segundo libro a mitad de precio". Y claro, como tenía tiempo me dediqué a curiosear los ejemplares incluidos en la oferta, por supuesto sin ánimo de comprar ninguno. Y acabaron cayendo dos, justamente el primero y el último que vi. Por suerte les encontré sitio en la estantería pequeña del salón (un poco apretados, eso sí).
Lo malo es que en Londres no faltan librerías, así que aunque consiga hacer como que Amazon no existe acabo rodeada de tentaciones cada vez que salgo a la calle. Incluso con los problemas que están teniendo los locales físicos con la llegada del libro electrónico (que se llevaron por delante a Borders UK y Books Etc, snif) si no me cruzo con un Waterstones entonces será Foyles, o el WHSmith, que a simple vista sólo tiene best sellers pero donde a veces se encuentran cosas interesantes. O el sótano de Forbidden Planet, o cualquiera de las pequeñas librerías especializadas de Charing Cross Road. Y que duren mucho tiempo, porque son una gozada.
Todo esto me ha venido a la cabeza al ver la bolsa que me dieron en Waterstones cuando hice la última compra. Trae un minipoema de Roald Dahl que me hizo mucha gracia:
"So please, oh please, we beg, we pray,
go throw your tv set away,
and in its place you can install
a lovely bookshelf on the wall"
Desde luego en casa ya no queda libre ni un trozo pequeño de pared, así que si quisiéramos meter otra estantería tendríamos que ponerla en el lugar que ocupa el televisor. Lo cual sería una pena ahora que por fin podemos ver en él cosas decentes, como las series de la BBC. Pero eso es material para otra entrada y ya la escribiré en otra ocasión.