martes, 27 de agosto de 2013

Diferencias culturales: el sentido práctico, las ofertas del día y el "cashback"

Uno de los aspectos que más me llaman la atención de vivir en el Reino Unido es la multitud de pequeñas diferencias culturales que voy notando en el día a día. Por ejemplo, antes de venir aquí estaba convencida de que mi nombre, con sólo cuatro letras, no iba a darme demasiados problemas. ¡Error! O bien la pronunciación les despista o no están acostumbrados a él, pero el caso es que la mayoría de la gente se lía la primera vez que lo escucha (salvo en el centro de estética, donde me atendió una joven rusa que lo reconoció sin problema). Harta de tener que ponerme a deletrear cada vez que quería tomarme algo en un Starbucks, un día decidí experimentar y cuando me preguntaron di mi segundo nombre, Isabel. Y funcionó. Contra todo pronóstico, nadie se confunde con un nombre más largo y que suena (a mis oídos) de lo más español. Eso sí, cada cual lo escribe como mejor le parece: Isabele, Isabella, Isabelle... pero nadie pregunta, así que eso que me ahorro. Juas.

Y es que se me está pegando ese sentido práctico tan propio de este país, y que ya había notado las veces que estuve aquí de vacaciones. Un ejemplo de ello son los carteles que se pueden ver a menudo en el metro de Londres, como el que aparece en esta foto de Tom W en el blog de Annie Mole:


No queda claro si se refiere a pasajeros con niños y/o equipajes, a equipajes de niños o sólo a quienes lleven equipajes (y niños) voluminosos, pero ante la duda lo mejor será utilizar la puerta grande a la vuelta de la esquina. He visto letreros así para anunciar de todo, desde disrupciones en el servicio hasta torniquetes que sólo se abren a ratos. Es cutre, pero funciona. De la misma forma, cuando hay un problema en las líneas suelen informar a los pasajeros de la causa del mismo, ya sea un fallo de señalización o una persona que ha caído a la vía. La gente se queja de que la lista de motivos es sospechosamente corta, pero eso es que no han oído el motivo único de las interrupciones en el metro de Madrid: "por causas ajenas a Metro..."

Otro ejemplo de ese sentido práctico lo encuentro cuando voy al supermercado. A menudo hay productos en oferta especial porque están a punto de caducar, mientras que el resto de productos del mismo tipo con una vida más larga tienen un precio mayor. Sin ir más lejos, esta mañana las bandejas de 4 lomos de salmón fresco (600 gramos) estaban a 6 libras, que ya de por sí no es mal precio, pero las que caducaban hoy costaban 4 libras. Tenía apuntado "cazar la cena del día" en la lista de la compra, así que hace un par de horas nos hemos puesto morados a salmón al horno a muy buen precio. Esto en España solo lo vi en el Lidl, supongo que el resto de comercios prefieren tirar la comida antes que venderla más barata.

Y ya que estamos en el supermercado, terminaré hablando del cashback. Se trata de un servicio que ofrecen algunos comercios a los clientes que pagan con tarjeta de débito, que consiste en la posibilidad de añadir a la compra que están haciendo una cantidad de dinero que les será entregada en efectivo. Si por ejemplo compro cosas por valor de 13 libras, y pido 20 en cashback, el establecimiento me cobrará 33 libras y me dará 20 en efectivo. De esta forma el cliente se ahorra un viaje al cajero automático, que puede estar lejos o no funcionar, y el comercio reduce la cantidad de dinero que tiene que llevar al banco (que además suele cobrar un porcentaje por el ingreso). Así que salen ganando todas las partes. Doy fe de que es de lo más cómodo que se ha inventado.


lunes, 5 de agosto de 2013

Los rigores (periodísticos) del verano

Desde que tuvimos la ola de calor este julio pasado, mi madre no cesa de repetir que ha visto en las noticias que aquí ha habido más de 700 muertos por culpa de las altas temperaturas. La expresión que suele utilizar es del estilo de "han dicho en el telediario que la gente allí está muriéndose por la calle por los golpes de calor". Al principio pensé que se trataba de un error, porque no hemos llegado a tener más de 31 grados, bastante menos que los 39-40 que llegué a ver en Madrid volviendo del trabajo algunas tardes. Pero me dio por investigar y encontré unas cuantas noticias confirmando las cifras que decía mi madre. De forma más o menos sensacionalista, todas anuncian la cifra de 760 muertos por el calor, "según cálculos oficiales".  Algunas se dignan incluso citar la fuente, la London School of Hygiene and Tropical Medicine, aunque no dan referencias a ningún estudio en concreto ni enlaces a su página web.

Lo primero que me llamó la atención de la citada web es que no había ninguna referencia a los fallecimientos por la ola de calor. Pero vaya, igual era porque las temperaturas ya habían remitido, así que tecleé "heat" en su buscador y encontré esto:

"Estimated number of premature deaths attributable to heat in England, July 6‐14th 2013."

El estudio está fechado el 17 de julio, y en el primer párrafo se indica que se trata de una estimación basada en una investigación epidemiológica publicada 2011, relacionando índices de mortalidad con la temperatura. El modelo hace una serie de suposiciones, como que el riesgo de morir se incrementa linealmente con cada grado de temperatura que supere cierto umbral, y especifica que en el estudio de 2011 hubo muy pocas muertes directamente atribuibles al calor. Afirma también que es poco probable que estos fallecimientos pudieran distinguirse de otros en los que el calor no tuvo nada que ver. La estimación es de 650 muertes prematuras, con un intervalo de confianza de 540-760.

Sin ser una experta en estadística, yo diría que este estudio realiza una extrapolación en función de datos de años anteriores, probablemente de cara a facilitar la gestión del riesgo ante futuras olas de calor en el Reino Unido. Y digo "probablemente" porque desconozco la finalidad con la que se realizó. Lo que está claro es que NO es un recuento de muertes producidas durante la reciente ola de calor.

Naturalmente los medios han preferido omitir esta última parte y publicar sólo la carnaza, dando por cierta la cifra máxima de 760 muertos que aparece en el documento. Por supuesto, basta con que una sola agencia de noticias lo publique para que aparezca en todos los periódicos y programas de noticias. Y así es como acaban alarmando a una señora de 72 años, que teme que su hija se haya mudado al infierno pese a que las temperaturas que citan los mismos medios son inferiores a las que ella misma está soportando en Madrid. Lo peor es que tengo la batalla perdida de antemano, porque mi madre es de una generación programada para no poner en duda lo que dicen las noticias. Me temo que sólo me queda intentar convencerla de que donde nosotros estamos no ha muerto nadie, así que puede quedarse tranquila. Qué le vamos a hacer.