jueves, 19 de septiembre de 2013

Impresiones sobre el transporte público

Si hay algo que define el transporte público en Londres es que es caro de narices. Para muestra un botón: la travelcard  mensual que me tendría que sacar para viajar por todas las zonas, desde el mismo centro de Londres hasta donde vivimos (estamos justo en el borde del mapa zonal, en una zona especial más allá de la 9) cuesta la friolera de 304.20 libras. Si en España viviera por ejemplo en Alcalá de Henares, que está más o menos a la misma distancia de Madrid que nosotros de Londres, el abono mensual B3 me costaría 82 euros. Incluso el abono E2, que permite viajar por toda la Comunidad de Madrid y algunas zonas fuera de ella, vale a día de hoy "solo" 131,80 euros. Con esos precios, la tarifa plana mensual sólo compensa a los commuters, es decir, trabajadores y estudiantes que deben usar el transporte público a diario. Los viajeros ocasionales optamos por pagar religiosamente cada viaje, teniendo en cuenta que si se utiliza una tarjeta prepago (Oyster) el sistema automáticamente deja de cobrar en cuanto se alcanza una cantidad equivalente al precio de una travelcard  diaria. Lo cual tampoco es que sea una tranquilidad, porque al menos en nuestra zona, la citada travecard  cuesta 16.20 libras, o 21.10 si uno se descuida y hace un viaje en hora punta. ¿Pero qué obtenemos a cambio de ese dineral?

En nuestro caso, la mejor opción para desplazarse al centro de Londres es usar el tren. En teoría este transporte funciona muy bien, al fin y al cabo estamos en el país que inventó los trenes ¿verdad? Pues sí, pero no. O no siempre. En general los trenes son tremendamente puntuales, hasta el punto en que un retraso de uno o dos minutos se anuncia por megafonía en las estaciones. También son muy rápidos: el viaje hasta la estación de Euston dura entre 16 y 21 minutos, dependiendo de si el tren es directo o hace paradas.Y la frecuencia de los servicios no está nada mal, incluso en hora valle o fin de semana tenemos unos cinco trenes por hora. Digamos que la cosa funciona bien... cuando funciona. Parte del problema es que el servicio está en manos de compañías privadas, cuyo objetivo tiende a ser maximizar su beneficio aunque sea en perjuicio de los viajeros. Y así nos encontramos con trenes que se cancelan porque un trabajador está enfermo y no hay quien le sustituya (!), trenes cortos en hora punta (con conductores cabreados que avisan por megafonía de que la falta de vagones no es culpa suya) y, sobre todo, la estupidez de no desclasificar los vagones de primera clase al entrar en la zona metropolitana de Londres, con lo que los commuters que viajan con una Oyster  normalita acaban hacinados habiendo uno o dos vagones vacíos en el mismo tren. Eso sí, esto último sólo lo practican algunas compañías, entre ellas la que nos ha tocado a nosotros (¡grrr!). A todo esto hay que unir las incidencias típicas en cualquier sistema de ferrocarril, como fallos de señalización y otro tipo de interrupciones, teniendo en cuenta además que los trenes que sirven la zona de Greater London  pueden terminar bastante lejos. Aún recuerdo el día que vimos retrasos de media hora en la estación Euston porque había una vaca en la vía... cerca de Birmingham.

Por suerte si nos fallan los trenes siempre podemos recurrir al metro, conocido aquí como the Undeground  o simplemente the Tube. La gente se queja de que es viejo, feo y se rompe más que una escopeta de feria, y no les falta razón, aunque yo le veo cierto encanto, sobre todo a las estaciones más antiguas como Baker Street. Pero al igual que los trenes, hay que reconocer que el metro de aquí, cuando funciona, lo hace muy bien. Las frecuencias en la zona central son muy buenas, he llegado a ver salir un tren de una estación y el siguiente entrar a los pocos segundos. Lo cual no quita para que en hora punta los viajeros vayan como sardinas en lata. Por suerte las escaleras mecánicas van a toda pastilla, en un claro intento de evitar que la gente se acumule en los pasillos. La mayoría de las veces lo consiguen, aunque en un par de ocasiones he visto estaciones cerradas temporalmente y al personal del metro redirigiendo a quienes llegaban hacia las estaciones más cercanas. Y esa es otra de las cosas que me gustan del Underground : ves empleados de la empresa en las estaciones atendiendo a quienes tienen dudas o problemas, personal en las taquillas y guardias de seguridad en andenes y pasillos. Parece ser que esto va a cambiar debido a la crisis, se habla de prescindir de los taquilleros en las estaciones menos concurridas. Espero que tarden mucho o no lleguen a hacerlo.

Y claro está, a la hora de hablar del transporte en Londres no puedo dejar de incluir el autobús. Reconozco que me enamoré de esos buses rojos de dos pisos ("Routemasters") la primera vez que vine a esta ciudad, hace más de 15 años, y me alegré cuando decidieron mantenerlos en lugar de sustituirlos por autobuses normales o articulados de un solo piso. Los últimos modelos tienen un diseño muy diferente, pero siguen manteniendo los dos pisos. En esta foto se aprecia la diferencia entre un modelo nuevo (24) y uno más antiguo (73), aunque sólo se vea la parte de atrás:

Sí, el centro siempre está así :P

De acuerdo que subir y bajar esas escaleras es algo incómodo, pero no hay mejor manera de ver la ciudad que desde el primer asiento de arriba en el bus. El problema es que no sirven para mucho más, porque el tráfico infernal hace que el bus sólo sea una opción para quien no lleva prisa. Sólo por hacer la prueba, un día que tenía tiempo libre y nada que hacer decidí bajar hasta el estupendo Museo de Historia Natural cogiendo tres autobuses. Tardé casi tres horas, que usando una combinación de tren+metro habrían sido unos 70-80 minutos. Eso sí, hice un montón de turismo y el viaje me salió muy bien de precio, porque al menos el billete de autobús tiene un coste razonable si se carga a la tarjeta prepago: 1.40 libras, con un tope diario de 4.40.

Hay otros medios de transporte integrados en el esquema de la Oyster, incluyendo el Overground, el DLR, el tranvía o Tramlos barcos por el Támesis y la Emirates Air Line (un teleférico, vaya; está muy bien :), por no hablar del futuro Crossrail, que es un pedazo de obra de ingeniería. Pero esta entrada quedaría aún más larga si me pusiera a hablar de ellos. Sólo me queda contar mi última experiencia con Transport for London, que me ha sorprendido agradablemente. A mediados de agosto tuve un problema yendo a una entrevista de trabajo. Mi idea era ir en una combinación de Overground+Underground  con un solo transbordo, que me hubiera costado 1.60 libras en total. Pero justo antes de llegar a la estación donde debía transbordar se jorobó la señalización (qué raro) y el conductor indicó que iba para largo, así que tuve que coger un autobús hasta la estación intermedia y desde ahí retomar el viaje en metro. No perdí más de 10 minutos, pero al cambiar al bus y de ahí de nuevo al metro, acabé pagando 2.90 libras más. El caso es que me dio por escribir a Transport for London contando mi caso, después me olvidé del tema... y justo este lunes recibí una carta con una disculpa y un vale para que recargue mi Oyster  con esas 2.90 libras que pagué de más. La verdad, no me puedo quejar.