lunes, 27 de agosto de 2012

De viaje: Amberes


La siguiente ciudad que visitamos en nuestras vacaciones del pasado junio fue Amberes, Anvers  o Antwerpen. Fuimos al día siguiente de visitar Brujas, así que comprobamos de primera mano el contraste tan grande que hay entre ambas ciudades. Donde Brujas es como un trocito arrancado de la Edad Media, Amberes es todo lo contrario, mucho más grande, monumental y sobre todo comercial. No en vano es uno de los puertos más importantes de Europa y centro del comercio mundial de diamantes. Esto se puede apreciar simplemente paseando por Meir, la calle comercial más larga de la ciudad.



Nosotros no íbamos precisamente con idea de comprar diamantes, aunque sí queríamos visitar el museo sobre el tema. Lástima que cerrara en mayo de este mismo año, y que no se molestaran en anunciarlo en su web (je, menuda gracia). Menos mal que no íbamos sólo para eso. A cambio, tuvimos tiempo de sobra para visitar con calma la Onze-Lieve-Vrouwekathedraal  (Catedral de Nuestra Señora), una de las catedrales góticas que quería ver desde que era una cría y leía sobre ella en mis libros de texto. Y tengo que decir que no quedé decepcionada, es impresionante, incluso con una sola torre terminada de las dos que se proyectaron. Es interesante comparar la foto de la fachada y este grabado que he encontrado, que muestra cómo hubiera sido el edificio de haberse construido con el diseño inicial.



El resto del día se nos fue en dar una vuelta por el Grote Markt  (Plaza Mayor) y por el paseo que bordea el río, que es muy agradable. La siguiente foto está tomada desde allí. A la hora del almuerzo elegí probar la variante local de steak tartare, servida con las omnipresentes patatas fritas, lo que dio ocasión a una situación curiosa. Cuando pido este plato estoy acostumbrada a que me pregunten cómo lo quiero, dado que la pregunta en sí misma es un detector de despistados. Incluso alguna vez me han preguntado directamente si sabía que lo que estaba pidiendo era carne cruda. Pero en este caso el camarero me preguntó con toda la cortesía del mundo si sabía que este plato es... frío. Qué cosas. Pero vaya, en cualquier caso estaba bueno.



Y ya para terminar, un consejo para quien, como nosotros, pretenda desplazarse a Amberes en tren desde Bruselas: por mucho que en el panel del tren que entra en la vía ponga Antwerpen, Antwerp, Anvers o incluso "Sube, que éste es tu tren", desconfía si su hora de salida no aparece en el horario oficial. Sobre todo si el tren tiene pinta de ser un poco viejo, y *no sube nadie* pese a que el andén está lleno de gente. De lo contrario corres el riesgo de acabar cogiendo el tren lento, que sí, acaba en Amberes, pero tarda el doble que el directo porque hace una ruta por todos los pueblecitos de la zona. Algunos ni venían en el mapa. Lo peor fue el revisor, que en lugar de pedirnos el billete nos miró con cara de cachondeo y pasó de nosotros. Eso sí, teníamos el tren entero casi para nosotros solos :)

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