martes, 10 de abril de 2012


De viaje: Oporto (I)


El fin de semana del 30 de marzo nos fuimos a pasar un par de días a Oporto. No conocíamos nada de Portugal, así que consideramos también Lisboa, pero allí es más fácil que mein Mann tenga que ir por trabajo, con lo que podríamos hacer una envolvente de las nuestras y quedarnos un par de días más. Además nos habían hablado bien de Oporto, por ejemplo mi amiga Yol me dijo que no dejara de visitar la Librería Lello, que tiene fama de ser una de las más bonitas del mundo. Así que reservamos el hotel, sacamos los billetes y hasta conseguimos viajar, pese a que entre la huelga general del 29 y las convocadas por los pilotos de Iberia tenía pinta de que nos íbamos a quedar en tierra.

Está claro que no era un buen fin de semana para los augurios, porque también pronosticaban lluvia los tres días de nuestra estancia y nos hizo un tiempo estupendo. Lo pasamos muy bien, nos gustó la ciudad y nos divertimos mucho tomando el bus turístico rojo, de esos de doble altura, que entre las cuestas, los adoquines y las calles encaramadas en lo alto de la ladera es mejor que algunas montañas rusas que conocemos. Y tengo que decir que todo el mundo tenía razón: la Librería Lello es preciosa, la ciudad tiene encanto pese a que hay edificios que se caen a cachos (o quizá precisamente por eso), y tanto el minicrucero por el Duero como la visita-degustación a la bodega merecen la pena, ambas recomendaciones de Joana.

Otro día hablaré de unas cuantas cosas raras que nos encontramos y de los bichos que vimos, todos muy majos. De momento dejo unas fotos y un consejo: el bus turístico está bien para ver la ciudad, pero en este caso es mejor prescindir de los cascos. El comentario sobre los monumentos es interesante, pero creedme, hay un límite a la cantidad de veces que puedes oir *el mismo fado*. Purleez!

Vista del Duero y el Puente Luis I:


Vista de Oporto desde Vila Nova de Gaia:



2 comentarios:

  1. Gracias por compartir tu experiencia.
    Supongo que uno de los encantos que tienen las ciudades vecinas como Lisboa y Oporto, es esa decadencia que te transporta a un estado melancolico. Un estado que en momentos gusta pero del que hay que escapar para no caer del gris al negro.

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    1. ¡Mi primer comentario! Qué ilusión, jeje :)

      Tienes razón, a ratos da bastante pena, sobre todo en algunas zonas que están muy hechas polvo y se ve que en el pasado eran preciosas. Me recordaba un poco a Budapest, aunque ahí la sensación era más bien de gloria pasada, sin llegar a ser deprimente. Pero claro, allí los edificios sólo estaban vacíos, no parecía que se fueran a caer en cualquier momento.

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